El autor con el escritor y maestro Oswaldo Reynoso
Pedro López Ganvini
(Caraz 1966)
e_mail:
p_lopez2001@yahoo.com
Publicaciones en poesía: Concierto de Romance (2002) que reúne trabajos como: Cuando habla un corazón I (1984), y Cuando habla un corazón II (1988); Momentos eternos (1986), Señora mía (1987) y Transición (2000). Memorias de una Rata (2001) Paralelo 69 (2000), Desórdenes (2002), En el enigma de tus ojos (2004).
Publicaciones en narrativa: Yo vi quebrarse el Huarango (2007), Leyendo hoja de coca en Vitarte (2007)
Compilaciones: Cuentos reales (Narrativa 2006 ),
Incluido en antologías; compilador de varias antologías de poesía y narrativa peruana; coautor de varios poemarios.
Aquí algunos poemas:
“!Galletas, wafers, chicles, caramelos, cigarros¡”
“!mica de libreta electoral, agujas con hilos y regla de oferta¡”
“!maní, gaseosa helada¡”
menú de microbús
Humo, sudor
semáforos rojos o verdes o amarillos
congestionamiento de carros, triciclos y gente
Mendigos, pirañas, caminantes, pasajeros, prostitutas, patrulleros
cabros, ambulantes, letreros, fumones, lesbianas
tragamonedas, semáforos, tombos, accidentes, ambulancias
parejas, ermitaños, cigarros prendidos
paredes orinadas, carros viejos, micros sucios, combis locas
buenos rabos, malos culos.
Y sigo escuchando
“!Todo Wilson, todo Tacna.
Tacna, Rímac, piñón¡”
8 de la noche
y sigo viendo huevadas:
es el menú diario en esta gran Lima
jode pero hay que tragarlo todos los días
Lima de mierda...
no podría vivir lejos de ti.
,.,.,.,.,.,.,.,.,.,.
agua de vida
Me encanta recorrer
tus curvas y tropezar
Caer a tus abismos y
en tus aguas
extasiarme de tus crestas y tus olas
Tragar tus aguas
y tus algas
Besar la arena y de
placer ahogarme con
tus delirios y tus sabias
envolviéndome con tus olas
hasta quedar desnudo a tus pies y
pegado a tu vientre lamiendo agua salada.
,.,.,.,.
Cola de dragón
que se retuerce al verme
y lame la tierra que se pone a sus pies
vivificadas y exorcizadas por tus pensamientos
Así buscas razones
que la mitología no te entrega fácilmente
Entre piedras buscas
olvidos como lagartos
que buscando sol salen en sus intestinos.
.,.,.,.,.,.
Sabor y olor a barrunto
te dicen mi “ruca” linda quienes en ti anidan
A lo lejos desde ya, te diviso
imponente, risueña y alegre
coqueta tus aires llegan a tus pies
de olores provincianos
A tus faldas bailan y te gozan
cada fin de semana ante todos
la rica chicha, Chacalón y Mojarras
menean tus faldas multicolores
Turbulentas como en alta mar
con el viento se agita
y silva al viento entre tus callejones y callejuelas
sudorosa sube los escalones
para besar tus pezones en tu cumbre
y arriba tranquilizar sus ánimos querido Agustino.
Llegan a ti de Barrios Altos y Mendosita y la rica Vicky
No hay Pedros Navajas,
sí cuerpos de piel partida y Sarita Colonia
noches de París no extraño
ron, pisco, chimeneas de vidas que aspiran muerte
Respiran almas hacinadas, cuerpos, letrinas,
comida y pan que no quedó y sudor de hambre y sed
Y confieso que te subo y te bajo
temeroso y atrevido, por encantos
que encuentro entre tus casas
que como rosarios te adornan
te visten y eróticos te dibujan
San Cristóbal, San Cosme, Yerbateros, el Pino
Mercado....., Parada, Tacora, terminal terrestre, carretera central
afiches de noches chicheras y huayneras
Asustan el chistar de botellas que rompen tu corazón
Y bromas que acarician tus leyendas
Ya eres tradición, eres recuerdo
....eres vida eres muerte.
La libertad entre burkas
Tras las burkas (1) de lino
encarcelando libertades
abren sus ojos a la vida
Y la muerte junto a sus ideales
y a sus críos tiene sentido
El infinito sentido divino cubiertas
de historia milenaria
de sol, arena, oasis, camellos y caballos
El amor se viste de bereberes (2)
en el Sahara donde el azul es cielo
el dorado de su arena que acaricia
los pies de las princesas
el negro de la noche
tal vez por la ausencia de mi reina
y el blanco de la inmensidad de su incertidumbre
Cabalgar en ti Zelmira de
Tuareg, Rif, Kabil, Shawin (3) y otros
entre bailarinas y sahumerios
entre guapas bereberes de atuendo que
encandilan tus ojos y tu mirar
mirarte otra vez del desierto de Tan Tan
entre gibas de camellos sedientos
y lomos de caballos sorprendidos de tus libertades
y alegres por tus nacientes derechos…
a decir para ti y por ti.
(1) vestimenta femenina típica en el Sahara
(2) Raza más antigua y numerosa de África septentrional
(3) Pueblos donde habitan los bereberes
31 de mayo de 1970
Día triste
tarde oscura
Noche fría y muerta
Miedo, insomnio, ruido fúnebre
vibra la tierra excitada
Calamidad que arrebata vidas
y enmudece el ande
ante su macabra danza
Cruel naturaleza
sólo adobe sobre adobe
a medio milagro quedaron las iglesias,
las casas y las vidas.
De nubes negras quedó la esperanza su color
la polvareda cubrió la juventud
de nevados en lodo se convirtieron
los trozos del majestuoso Huascarán
No teníamos pecados tan grandes
ni perdones, ni maldiciones más que nuestra pobreza
Así se acordaron de nosotros
sólo así supieron que levantamos la mano
para pedir y llorar
Hincado al sur
Arrodillado
resignado de felicidad
ebrio de tus fragancias
y turrones
y motivado
por tus labios
te acaricio
te beso
te lamo
y te hago de delirios
hincado siendo un caballero
el orgullo y la vanidad
se quiebra en tus entrantes
y me doblego y me hinco
en el sur de tu existencia
ante el arma más segura
ante el fruto tan deseado
a beber y a beber
la vida y la pasión
Memorias de una rata
Camino a oscuras entre túneles y cloacas
ruidos sórdidos y hedores que embriagan
chillidos, gemidos y estertores
cantares de nibelungos en éxtasis
se mezclan agua, vino, gin y wisky
Quisiera estar fuera
pero es delicioso estar adentro
es sucio pero está lleno de vidas.
Rebagliati (hospital)
Calma
Paz
Tranquilidad
Crucifijo al frente
algún quejido lastimero
susurro de voces y barullos y ajetreos externos
que trae el viento que se filtra
luz del día, de la tarde
crepúsculo y noche…
Calma. Tranquilidad
Sábanas blancas
Seres blancos que auscultan
Ángeles blancos que divisan por las puertas
y andan a escondidas
Espíritus blancos que quedaron atrapados
Calma,
Tranquilidad, sosiego, remedios y más remedios…
A veces hueles a cementerio…
antípodas
A María y Dayana
La abuela y la bisnieta
frente a frente cada mañana en la sala
ambas en letargo durmiendo de medio día
después del desayuno rutinario y
después de la teta de la mañana
100 años de un lado y 8 meses de otro
Una vida que concluye sus danzas y
sus andanzas en los vericuetos de la vida
una nena que mira con sorpresa las cosas
al despertar, sin saber del futuro incierto
Piel cuajada y tersura opuestos en la vida
La quietud de una cama o una silla
La dinámica de un andador o cochecito
El inicio y el final de una vida, frente a frente.
De barro divino
a Blanca Varela
No te conozco
recién sé quién eres
mi ignorancia y mis ansias literarias
hacen que te lea recién, te descubra y me renazca la vida
Tan cerca y tan ajena
un mismo techo, un mismo mundo
aunque distintos e iguales pareceres de la vida y la muerte
Mundos paralelos
de imágenes y sonidos
de barro hecha vida
y vida hecha de barro
Piedra sobre piedra
herida más herida y sigue la vida
Hoy sé que ese puerto existe y lo buscan los nuevos vates
y lo recamino para degustarlo
me pierdo en los recovecos de la vida y se torna un
Camino a Babel que se reencuentra con la inteligencia
y la vida resulta incomprensible, mezquina y mala.
Tu tristeza en nuestra
creo que el crepón negro es otro Canto villano
porque se va la Luz de día
A veces la vida se va en macabros Ejercicios materiales
creación del hombre
La vida ingrata e injusta a veces, llama la muerte no en
El orden de las cosas, sino en una cronología antojadiza y prepotente
que se torna una vida irracional como en Concierto animal.
Después de la suerte funesta y fúnebre me doy cuenta que nos sentimos
Como Dios en la nada, con las heridas imborrables
incluso para los pintores celestiales
La vida pierde vuelo y dámonos cuenta que estamos
Donde todo termina en las alas
De polvo somos y al polvo volvemos también en
El libro de barro y otros poemas.
Los contratados
A Oswaldo Reynoso
Entonces recordé al doctor Mendoza cuando contó aquel chiste a un grupo de trabajadores. Todos festejaron estruendosamente, menos César. Le preguntaron por qué y respondió «porque soy estable», y se zurró de risa en nosotros los contratados.
Era la décima quinta vez que asistía en esa condición laboral. Unas veces invitado para escuchar el mensaje de las autoridades, otras para rellenar los auditorios como algunos lo hacen... Estudié como tantos otros en la universidad y como tantos otros estábamos en el limbo de la sociedad que laboralmente era incierto para la mayoría de los jóvenes, que creo no teníamos culpa de los gobernantes que hemos tenido y tenemos —pero sí los que tendremos— y nos han llevado unos más de prisa que otros al despeñadero. Mientras los de turno se salvan la vida de la mejor manera: el resto ¡que se joda!...
Esta vez llegué a la ceremonia y el teatro Segura, estaba semilleno en el primer piso y en las galerías. El tercero lo empezamos a ocupar los que no tendríamos buena ubicación en el segundo piso. Una vista panorámica que contradecía el haber sido invitado el día anterior —a última hora— como para copar el local elegido para la ocasión y las autoridades no sientan el desaire o la falta de convocatoria. Aquel teatro considerado el espacio cultural más antiguo de Latinoamérica. Fue escenario de la famosa actriz Micaela Villegas “La Perricholi” quien por aquellas épocas recitaba versos de Calderón de la Barca, Lope de Vega y Tirso de Molina, entre otros. También fue escenario donde se cantó por primera vez el himno nacional por Rosa Merino en presencia del general don José de San Martín. Había que ir, eso lo sabíamos, pese a no estar de acuerdo con la nueva administración y a sus políticas laborales como aquella de dar unos sueldos suculentos pero excesivos para nuevos funcionarios que habían sido favorecidos por la buena suerte —que como a ninguna modelo perseguíamos los varones—, porque del nivel académico o moral en muchos de ellos, mejor ni hablar. Pero por algo los mantendrían, estábamos seguros, sabiendo el prontuariado de algunos. Comentaban, a media voz, que aceptarían tales sueldos de los nuevos funcionarios, si tuvieran de background estudios en el extranjero, diplomados o especializaciones, algo que los haga diferenciarse de nosotros, país de taxistas, en su mayoría profesionales desempleados o subempleados, pero había gente que como ex dirigentes universitarios habían pasado a terminar una profesión, no sabíamos cómo. En fin, no había que ser agoreros en el primer aniversario de esa gestión, para proyectar que el gobierno del país se repetía en la universidad.
Ya estaban los talleres de danzas en plena demostración de sus habilidades histriónicas. Así también los solistas que interpretaron para deleite de todos, una marinera, un valsecito limeño y otro norteño, un festejo, un huaylas y una nueva que no la conocía: una de las “brujas de Cachiche”. Simulaba un rito chamanista al estilo de los brujos que quieren cambiar el destino o ser pitonisas de vidas ajenas y no del desastre suyo; con vestimenta satánica y fúnebre, como el estado de ánimo de muchos de los asistentes. Las caras nuevas, transmitían complacencia, bienestar y alegría, y a veces una emoción desbordante que terminaba en acalorados aplausos.
Al breve cierre de los enormes telones negro, sentimos el caminar presuroso de los coordinadores del evento que iban de un lado a otro, más el barullo que se filtraba. Al paréntesis, las autoridades en sus ubicaciones privilegiadas por su investidura, se movilizaron al escenario preparado exprofesamente, mientras se sentía el cuchicheo de los asistentes. Por los parlantes, la voz del timorato animador que comentaba los números artísticos que culminaron.
Desde los altos divisamos vacíos y cabezas encanecidas o teñidas, muestra que quienes ocupaban esas butacas eran doctores y longevos docentes ordinarios. De allí salían como los iban mencionando cuando se dio el reconocimiento y premiación del personal docente y no docente que cumplía 40, 35, 30 y 25 años al servicio de la institución académica ante el aplauso pávido o eufórico que desatara en el público. Los aplausos respondían indudablemente a la aceptación o no de los. No apareció más de un funcionario por temor al silencio o una pifia —o un abucheo al ex jefe de Personal que refunfuñando amenazaba a sus empleados, obligando a trabajar los sábados excediéndose las horas legalmente establecidas—. Imposible olvidar el unánime y nutrido aplauso al vicerrector Académico, que llegó a las lágrimas y me asustó por una posible mala jugada de su corazón, él que ya le andaba jodiendo. Y el otro, un conserje silente, introvertido (conocido y querido por todos) pero un gran tipo que se llevó las manifestaciones más sonoras y el ser coreado a voz en cuello de todos lados: platea, palcos, galerías y cazuela. Nacieron ambos con la institución. Los contratados miraban, oían y aplaudían. Contratados con diecisiete, quince y diez años bajo esa modalidad. ¿Protestar? Los botarían y no habría nuevos contratos, si es que había esa posibilidad.
*
Se levantó el telón y los aplausos se fueron incrementando ante el anuncio de la maestra de ceremonias —una linda e inteligente narradora de noticias en un canal de televisión conocido— que sobria los presentó a los tres. Solemnes vestían ternos oscuros y con sus respectivas medallas que daban cuenta de su cargo. Un enorme escenario, con tres banderolas verticales proporcionales en tamaño y en colores sobrios que rezaban el nombre de la universidad con su logotipo y los orgullosos cuarenta años que celebraban. Cada año tenía su particularidad y su toque, este era uno muy especial y bueno. Viendo esa presentación cualquier pecho se sentiría orgulloso. Vino el himno patrio a cargo de un coro filarmónico entonando una nueva estrofa, creo mucho más sensata y acorde a nuestra realidad nacional. Tuvo su momento la lectura de la resolución de creación —por la década del sesenta—, indudablemente había sacado de esa ignorancia a los nuevos trabajadores de esta flamante gestión—, era muy necesario.
El personal estable llegó al recinto, como siempre o como la mayoría de las veces, mirando por sobre el hombro a los contratados, fueran docentes, empleados y ni qué decir del personal obrero. Qué importaba el mal gusto para vestir o su pésima presentación y sus escasos o tergiversados modales. Es cierto que el estilo y la clase y la educación no se regalan ni se compran. Alucinaban ser de otra casta y tal vez otra tribu en esta atrofiada sociedad. Funcionarios advenedizos, que ni siquiera son capaces de humildad ante ignorancias, que sólo muestran a seres frustrados y acomplejados ante el poder efímero. Y algo más, aumentaba estúpidamente el ego ramplón. Se olvidan, por sus atormentadas neuronas ebrias de soberbia, que los buenos jefes prefieren trabajar con dinámicos contratados, con las excepciones que la vida tiene por supuesto. A los contratados se les acababa el año y con él, el contrato. Llegaba la incertidumbre con sus miedos y sus bolsillos vacíos. Se sumaba a esta historia ciertos sometimientos, el no dejar de haber abusos, uno que otro acoso a una que otra empleada de buenas piernas y dotado trasero que con cierto mérito logra estabilidad o gollerías y cargos, sobretiempos no reconocidos ni pagados, y alguna cosa más que no sé pero se comentar a media voz. En un país donde el empleo es suerte o lujo, muchos y muchas ceden. No funciona eso de “todo por las buenas y con su consentimiento”.
*
La soltura y frescura de la joven maestra de ceremonia que dijo, sentirse orgullosa de ser nueva integrante de esta casa de estudios, emocionó más a un público encandilado a su verbo y gracia, propio de una preparada conductora de televisión. Sólo algunos nos percatamos que cedió la palabra al rector saliéndose del orden del programa y ante el asombro de los coordinadores que estaban tras del telón y gesticulaban espantados a morir. ¿Rodarían cabezas? Desde arriba lo notamos. El rector no enmendaría y con algo de bilis y desazón y ante el aplauso —de la gente que seguía llegando, pero no llenó el teatro—, leyó sobria y generó aplausos emocionados. Como cuando hizo saber que ya la institución no mantenía deudas con bancos y se habían levantado las hipotecas que pesaban como espada de Damocles sobre varios locales donde funcionaban las facultades más grandes. Habían regularizado el registro patrimonial de varios locales que por muchos años estuvieron perviviendo gracias a sobornos y coimas en municipios. Claro que merecía aplausos. Me sumé a ellos, porque sabíamos de comentarios y voces que daban cuenta de despilfarros obsesionados —de autoridades a todo nivel— por calzones, que como en aquel libro de Amores burros, con el perdón de los burros, los embrutecen y hacen cada cosa descabellada e irracional teniendo féminas en todos lados y de todos los genios. Son generosos con cosas ajenas. Esperábamos que no se repitiera la historia y sólo cambien los actores, como testimonia una canción. Si de algo estábamos seguros, era de no repetir la historia escandalosa de robos y malos manejos del gobierno anterior: reflejo del fujimontesinismo.
Dijo varias cosas más. Nos emocionaba saber que era la primera y máxima autoridad egresada de nuestras aulas, no sé si para bien o para mal. Eran nuevos tiempos y demostramos que no era imprescindibles profesionales de otras casas de estudios, por muy prestigiosas que fueran, para dirigir los destinos de esta institución, que en otros tiempos habían copado cátedras y cargos en todo nivel —nos había pateado el trasero en nuestra propia casa nos desvalijaron y saquearon con la complicidad y silencio del sindicato de profesores, empleados y obreros— y sabíamos que, otros que hacía dos décadas atrás estaba muy por debajo de la nuestra, ahora se había disparado y no teníamos punto de comparación para cólera general. La modorra, los apetitos subalternos, la falta de visión gerencial, de ambición para el desarrollo moderno de la institución nos ahogaba. Hemos cancelado la CTS, hemos cerrado el pacto colectivo —de los empleados estables— y estamos en proceso de modernización, agregó. Habían cesado al personal mayor de setenta años, dentro de los que estaban comprendidos algunos en procesos judiciales por malos manejos y otros que parasitaban; que tullidos vivían en sus recuerdos y en la complicidad amical y compinchería con las autoridades de turno. Anquilosados física y mentalmente no daban pase (merecido) a nuevas generaciones de frescos profesionales. Y otro abanico extenso de cargos entre los que destacaban malversación de fondos, estafa, apropiación ilícita, acoso, y un largo etc. Creo que era necesario que llegue uno de los nuestros allí para ordenar la casa o sacar a patadas a los truhanes y a los que tienen malas costumbres, y se enriquecen de ella.
En alguna parte también se leyó cartas de saludo por este aniversario de algún congresista. Un ex rector, que no pudo acompañarnos en la ceremonia a la que siempre asistía y recordé sus discursos que iniciaban diciendo Todos los días se hace historia unos con más intensidad que otros, como hoy. Un tipo culto, menudo y delicado de salud, pero muy sensible en donde no debía e incapaz de decir no. Siempre escuchaba y decía sí, pero no sé cuándo cumplía.
Con mucha habilidad sorteó el error la maestra de ceremonia al retomar la conducción, aunque siempre creí que así debería ser el orden. Primero lo principal y después el discurso relleno y lo accesorio. El cansancio no debe ser para el discurso principal. Habló un decano que generó una sonrisa socarrona en los asistentes, sobre todo de los que gustan de escuchar música de estos tiempos porque recordó la canción que dice en su coro Bonito, todo me parece bonito de Jarabe de palo, para comparar el gobierno, que si bien no todo era bonito pero estábamos en ese camino. Celebramos todos, rompiendo esa ligera tensión de la enmendadura. Escuchamos luego a la Tuna Universitaria quienes me hicieron recordar mi adolescencia de enamorado cuando dijeron que uno en esas etapas “No puedo tomar desayuno porque estoy pensando en ti. Tampoco puedo almorzar porque estuve pensando en ti. Tampoco pude cenar porque estuve pensando en ti, pero —para tristeza— tampoco pude dormir porque —esta vez— tenía hambre”. Llegaron los reconocimientos, medallas, recordatorios y bolsas de diferentes tamaños y colores, dependiendo los años de trayectoria. Eso se apreciaba de lejos y a lo alto, cerca a la enorme araña que colgaba del medio del teatro y resaltaban sus adornos en pan de oro, presumo de la época republicana.
¡Salud! ¡Salud! El brindis de ley que se estila. En el primer piso mucho más opíparo y generoso el buffet que en el segundo; comprensible porque allí estaban autoridades e invitados externos. En el segundo piso, empleados, algunos obreros y contratados que esperaron algún mensaje para el incierto año que entraba, pero nada. Cada fin de año estábamos al borde del acantilado; al filo de la navaja y esta vez decían que estaba más filuda en manos, no sabíamos de quién. Los años anteriores fueron diferentes. El jefe que teníamos nos permitía cierta seguridad, pero el nuevo no se garantizaba ni él mismo su existencia laboral. Los de turno no eran santos de su devoción, pero allí andaba con sus velas. No faltaron los saludos y abrazos afectuosos con gente que conocía y vi muchas caras nuevas. Estaba lejos de las autoridades no sólo físicamente, mi manera de ser también me obligaba, nunca fui sobón, arribista o zalamero; valía por mi trabajo. Que esperaba esta vez me fueran útiles, situación que ya había demostrado en el año y medio que estaba en la nueva dependencia donde habíamos repotenciado algo que creían inútil y que no tenía sentido —ellos no tenían sentido—. Sólo pensaban en sus sueldos, cómo tomar ventaja personal y a qué mujer levantársela. De lo demás, que el resto se encargue, decían «arriba».
*
Habían pagado la gratificación de diciembre, por navidad. Se veían camisas, corbatas y algunos ternos nuevos para la ocasión en la fe de continuar el año entrante. Eso lo percibí el día anterior que fuimos a jugar fulbito con algunos compañeros de trabajo y cuasi amigos que entre descanso, ducha o un refresco soltaban inquietudes que fustigan; sobre todo de Jorge que tenía una hermosa niña, ajena a las preocupaciones de su padre que debía todo y se sometía a exigencias de algún jefe negrero, coprólalo y neurótico. La necesidad de trabajo aprisionaba y el orgullo cedía y había que tragárselo y tal vez habría que suplicar la renovación de contrato. Yo también le entendía y compartía. ¡Dónde no existen jefes de mierda! por acción u omisión. Mientras algunos estables de menor nivel académico y en aptitudes, holgazaneaban esperando felices sus vacaciones y continuar el hueveo, ante el trabajo de los contratados. Siempre confié y confío en la exigencia y capacidad de los contratados. Parece que recién pensaban, no lo entendían, que la universidad sobre todo privada es una empresa, es rentable y la calidad de sus servicios, permite cobrar algo más y estar mejor con su infraestructura y su personal. Ya no repito ese rollo porque estoy cansado de decirlo.
Para no desentonar —con un trago que se lo encontró con un mozo— caminó por el salón del segundo piso, ajeno hacía dos años a esas celebraciones en la universidad. Viejos conocidos y conocidos viejos, y de los jóvenes también encontró a cada paso. Empero, a cierta distancia entre el barullo del gentío, siguió una cabeza cana que había visto cuando subió al escenario y recibir su recordatorio por sus cuarenta años de administrativo, en su mayoría dedicado a la imprenta, era la cabeza de don Cañita. Los años habían recorrido grandes distancias y en su rostro los veía, los últimos años habían trajinado entre impresoras y compaginadores, atendiendo exigencias y antojos de otras autoridades; también trabajos para estudiantes que requerían miles de libros cada ciclo y para el sistema a distancia que resultó siendo un éxito. Su paciencia y eterno buen humor siempre lo acompañaban. Lo abrazó y le robó unos segundos para reiterarle su aprecio, que en estos tiempos deben valer algo, y que todos los platos recordatorios y reconocimientos que le habían entregado a la fecha, estaban bien merecidos. También era pertinente recordar que las satisfacciones y trabajos cumplidos fue porque los contratados no podían ni debían protestar, y sobre todo, no tenían sindicato: no había perro que les ladre. Si asta en el ministerio de Trabajo, en controversia entre trabajadores y Estado, los últimos se hacían los desentendidos, sino los cojudos.
Por cierto, estábamos en el mes de navidad, fin de contratos del personal, elecciones presidenciales en el país después de un gobierno que daba muestras de brutal corrupción, desempleo masivo, fuga de talentos y autoexilio masivo sobre todo a los EE.UU. Vivíamos hastiados de los políticos del peor nivel académico, cultural, moral, etc. tocábamos piso: muchos sinvergüenzas querían ser reelectos. En resumen, saldríamos como habíamos llegado, con la inseguridad entera y robustecida por los comentarios pesimistas de gente que tiene por costumbre el chisme melindroso.
Salimos en grupo los compañeros de oficina y marchamos a almorzar cerca al local de trabajo, porque había que regresar a las labores concluida la ceremonia. Unos embriagados con el poder naciente y otros, enfriándose en el dilema del próximo año. Olvidamos apreciar la belleza arquitectónica del hermoso teatro. La incertidumbre nos obnubiló el alma… cuando caía otro año más.
PLG agosto2008
fin